jueves, 27 de diciembre de 2007

Juana de Castilla, la Loca


Juana de Castilla nació en Toledo el 6 de Noviembre de 1479 ( el mismo año que su padre era proclamado rey en Aragón, Cataluña y Valencia) y murió en Tordesillas en 1555. Hija de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos.

Esta niña, curiosamente se pareció a sus dos abuelas de manera sorprendente: cuentan que físicamente se parecía tanto a la madre de Fernando, que este llamaba a su hija “madre” y la Reina Isabel la llamaba “suegra”. Para parecerse a su abuela materna, le faltaba todavía algún tiempo, ya que la similitud que une a abuela y nieta es la locura.

Cuando Juana aún era niña tuvo mucha vocación religiosa y además dominó el latín.

De acuerdo con la política matrimonial que llevaron a cabo los reyes católicos, en 1495 se planificó por el acuerdo de Amberes un doble enlace con los Hasburgo: el heredero de los Reyes Católicos se casaría con Margarita (hija de Maximiliano) y Juana con el archiduque Felipe, primogénito de Maximiliano. Este acuerdo cambiará la vida de la Infanta Juana, que a los 17 años de edad fue enviada a los estados de su prometido para contraer matrimonio.

Juana y Felipe, apodado el Hermoso, se vieron por primera vez el 21 de Agosto de 1496, y según nos ha llegado, la atracción que sintieron el uno por el otro fue irrefrenable; tanto es así que consumaron el matrimonio esa noche. Felipe supuso para Juana todo en su vida, lo amó hasta la locura. Cuando se casaron, Felipe ya contaba con una larga vida amorosa, era un caballero guapo en la época, deportista y educado, al que no le supuso problemas ser infiel a su esposa. Estas infidelidades provocaron en Juana unos celos terribles, bien es verdad que muchas mujeres los aguantaron sin dar que hablar y enfocándolo de otra manera; por ejemplo Isabel la Católica, Fernando tenía sus devaneos amorosos, incluso hijos fuera del matrimonio. Hernando del Pulgar dice de Fernando el Católico: “
"E como quiera que amaba mucho a la Reyna, su muger, dábase, sin embargo, a otras mujeres”.

En definitiva la vida conyugal entre Felipe y Juana estuvo llena de acercamientos fogosos y épocas de distanciamiento y celos.

Destaca de la vida de Juana uno de sus partos: el de su hijo Carlos (futuro Carlos I de España y V de Alemania). Con el fin de vigilar a su marido acudió a una fiesta, allí sintió unos terribles dolores y sin decir nada acudió al baño, donde dio a luz a su hijo; curioso dato que Carlos naciera en un retrete...con el futuro que tenía por delante... Este dato demuestra que Juana fue una mujer, por lo menos en los primeros años de matrimonio fuerte y decidida.

Cuando Juana se convirtió en la heredera de la corona de sus padres, Felipe se llenó de codicia, pues ya se veía como rey de uno de los imperios más importantes. Tenían que viajar a España, pero se retrasaron debido a otro embarazo de Juana. Cuando llegaron fueron proclamados príncipes de Asturias, pero a Felipe el panorama español no le agradó y a los Reyes Católicos su yerno tampoco les gustó demasiado. Así, cuando Juana dio a luz, Felipe partió solo para Flandes. Ante esto Juana tuvo una crisis mental en el Castillo de la Mota, salió en camisón por los pasillos gritando y desesperada por la marcha de su amado marido. La propia Reina tuvo que salir a busca r a su hija y se enzarzaron en una gran discusión. La reina fue consciente de que su hija, como ella dijo, estaba “trastornada”. Juana marchó a Flandes y en 1504 murió su madre, así Juana fue proclamada reina propietaria de Castilla y Felipe esperanzado creía que se convertiría en Rey y no consorte, debido al estado mental de su esposa, pero esta dejó el gobierno de Castilla en manos de su padre a través de una carta. Felipe se enteró de esto y prohibió que ningún castellano se acercará a su mujer.

En 1506 Juana y Felipe venían para España después de tener otra hija. Felipe tenía miedo de perder “la corona” y recluyó a Juana. Los nobles que llegaron para recibirles no pudieron verla, ni siquiera su padre.

Con todos estos acontecimientos el estado de Juana no podía mejorar, pero aún le quedaba lo peor; le quedaba el trago más amargo que le ofreció la vida y que ella nunca pudo superar.
El 25 de Septiembre de 1506 murió Felipe el hermoso, de curiosa manera: Felipe que había decidido irse de España por una temporada, retó el día 17 de Septiembre a unos caballeros en el juego de pelota. Al terminar le ofrecieron un jarro de agua fría y Felipe bebió, al día siguiente enfermó. Como es evidente, en seguida surgieron rumores de que había sido envenenado.
La reina Juana mandó que ninguna mujer pudiera contemplar el cadáver, ordenó que lo llevaran a la Cartuja de Miraflores, pero sin sepultar, y ella acudió allí dos veces para abrazar a su marido muerto, que era ya un cadáver putrefacto.

En noviembre Juana decidió trasladar el cadáver a Granada y ella misma o acompañaría. Mandó que el traslado se hiciera solo por la noche y que ninguna mujer pudiera contemplar el féretro, de hecho quisieron parar en un convento de clausura, pero cuando Juana se enteró mandó sacar de allí el cadáver de su marido, porque ni las monjas debían contemplar el féretro. Dentro de toda esta locura, en medio del traslado de los restos de su marido, Juana volvió a dar a luz, pero esta vez sin ganas ya que su hijo no conocería al padre.

Fernando el padre de Juana, fue al encuentro de esta, intentando convencerla de que ella marchara para Tordesillas y dejara que la comitiva llegara sola a Granada. Pero como Fernando sabía que no iba a acceder mandó a la comitiva poner rumbo a Tordesillas, sin que Juana se enterara. Cuando sospechó lo que pasaba, se detuvieron y pasaron varios meses en Arcos. El estado de la Reina era cada vez peor, se negaba a lavarse o cambiarse de ropa, hasta que llegó otra vez su padre y la convenció finalmente para que fuera a Tordesillas. De este modo, la reina y el cadáver volvieron a trasladarse. Juana ordenó que el féretro de Felipe fuera colocado de tal manera que ella pudiera verlo desde cualquier ventana de su habitación. Aún muerto, Felipe provocaba en Juana la locura y el amargor de los celos.

Juana permaneció en Tordesillas hasta su muerte, cuando sus hijos la visitaban en alguna ocasión ella, solo a veces, los reconocía. Su salud física no fue mala y mantuvo el título de Reina, aunque evidentemente nunca pudo ejercer sus funciones.

Antes de morir recobró brevemente la lucidez, igual que le pasara a su abuela materna. Murió el 12 de Abril de 1555 sin firmar testamento y antes ordenó que pusieran su féretro al lado del de Felipe y fueran los dos trasladados hasta Granada.

Esta es la triste historia de Juana de Castilla, la loca, que sufrió de amor y celos hasta la muerte y tuvo una amarga vida.


“El talón de Aquiles”, César Vidal
“Isabel, la reina” Ángeles de Irisarri
Revista Clio, nº61